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Quid pro quo salva crisis de los misiles

Quid pro quo salva crisis de los misiles


Santo Domingo, RD. Desde la primera reunión que el presidente John F. Kennedy sostuvo el 16 de octubre de 1962 con su embajador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), relativa al tema de la presencia de 42 misiles con ojivas nucleares en Cuba, el carismático mandatario estadounidense tuvo a mano una salida a esa crisis: quid pro quo.

No era la primera vez que en una negociación político-militar se empleaba el “quid pro quo”, una especie de tú me da y yo te doy, pues un acuerdo similar se llevó a cabo el 30 de septiembre de 1938, firmado por los representantes de Alemania, Italia, Francia y Reino Unido en la denominada “Crisis de los sudestes”.

El embajador norteamericano en las Naciones Unidas durante la administración Kennedy, Adlai Stevenson, puso sobre la mesa la experiencia de aquel acuerdo -– quizás sin mencionar la palabra Munich–para que los dos colosos que lideraban el tablero mundial se pusiesen de acuerdo, sin mediar consulta con Cuba, tal como le ocurrió a Checoslovaquia, que no participó en las negociaciones mediante las cuales se cedió a los alemanes los sudestes que pertenecían a los checos.

 Esas informaciones se desprenden de los documentos desclasificados por el Archivo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos en uno de cuyos memorándum dado a conocer a fines de octubre pasado refiere sobre esa primera reunión entre el embajador Steveson y Kennedy.

Aunque no precisa la autoría de la “fórmula”, el documento atina a plantear que “la sugerencia temprana del embajador Steveson de negociar un intercambio de misiles ayudó a sentar las bases para la solución final de la peligrosa crisis de 11 días después, luego de que el presidente Kennedy acordara con el primer ministro soviético Nikita Jhrushchev intercambiar misiles júpiter estadounidenses, con base en Turquía, a cambio de la retirada de los misiles soviéticos recién instalados”.

 La Casa Blanca no se quedó fuera del baile. Dice uno de los documentos que “para salvaguardar el secreto del quid pro quo que puso fin a la crisis, los filtradores de la administración presentaron a Steveson como un apaciguador ‘suave’ que quería un ‘Munich’ y cambiar bases estadounidenses por bases cubanas”.

Esa posibilidad se dejó entrever en un artículo publicado en The Saturday Evening Post en el mes de diciembre bajo la firma de Charles Bartlett, amigo cercano del presidente, que tuvo la infidencia de Stewart Alsop, con lo que no solo divulgaba la tesis de la negociación, sino que lanzaban como mantra el quid pro quo al embajador Steveson.

Tanto Bartlett como Alsop admitieron luego que el presidente Kennedy conocía la historia antes de su publicación y que incluso participó en la confección de borradores.

La develación ponía al embajador Steveson en posición difícil porque si hay un elemento esencial para que la diplomacia triunfe es la discrecionalidad. La Casa Blanca, en tanto, calificó la versión como “falsa y maliciosa”, originando una controversia política en Washington.

“En tiempos de crisis” se tituló el controversial artículo. Pero el editor del periódico no se quedó con los brazos cruzados, pues el 10 de marzo de 1964, superado el conflicto, dirigió una misiva al confidente Alsop a los fines de que mediante una historia similar contara toda la participación de Kennedy en el ataque a su embajador Steveson. No hubo forma de que Clay Blair jr, editor del diario presionara a Alsop para que contara su verdad.

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