Viernes 13 (Shutterstock)A diferencia de los países anglosajones, donde se considera de mala suerte el viernes 13, en España y otras naciones latinoamericanas como la fecha funesta es el martes 13.
Incluso un popular refrán en la región dice “en martes ni te cases, ni te embarques, ni de tu casa te apartes”.
Razones, parece, hay de sobra acerca del porqué el 13 es de mala suerte. A ese número se le han atribuido desde hace siglos energías ocultas.
Eran 13 las personas presentes en la Última Cena (Jesucristo y sus 12 apóstoles). Es el capítulo 13 del Apocalipsis en donde se habla de la llegada del Anticristo.
Según la tradición nórdica, Loki- el espíritu del mal. se convirtió en invitado 13 en una cena de dioses y, de acuerdo con la Kabbalah, eran 13 los espíritus malignos.
Para los egipcios, la fase 13 en el ciclo de la vida era la muerte. Mientras que en el Tarot la carta número 13 es la muerte, aunque en realidad su significado es el del cambio.
¿Pero por qué terminó asociado el número 13 al martes? También aquí hay varias explicaciones. En la tradición griega se dice que fue un martes cuando nació Tifón, un monstruo alado que podía alcanzar las estrellas.
Hasta hace unas décadas en estas latitudes, un día como hoy, no habría tenido mayor relevancia. Sin embargo, entre otros efectos de la globalización, está el de que festividades, efemérides y hasta supersticiones de otros hemisferios se instalen entre nosotros.
Se supone que, en Latinoamérica, la asociación entre viernes, el número 13 y la mala suerte, se dio a partir de Jason y su franquicia fílmica.
El origen de considerar que todo tipo de accidentes, desgracias, malos augurios y cascadas de mala fortuna se pueden desatar en un viernes 13 es difuso. Hay muchas teorías al respecto y se toman demasiadas fechas a lo largo de la historia como para saber cuándo nació esta extraña superstición.
Extraña, en particular, porque temerle a un sólo día nos hace suponer que los demás días no entrañan riesgos o son inocuos.
Otros atribuyen un significado negativo por su asociación con Marte, el dios de la guerra entre los romanos, llamado Ares por los griegos y que lleva consigo la destrucción, la violencia y la sangre.
Algunos han interpretado de la Biblia que fue un martes cuando ocurrió la confusión de la Torre de Babel.
La lista sigue. Un martes 13 cayó el Imperio Romano en Constantinopla. Fue entonces que en el mundo cristiano se difundió la idea de los martes como días funestos.
En el mundo anglosajón el 13 también es visto cono un número de mala suerte, pero la combinación funesta llega cuando cae en viernes. ¿Por qué? Algunos creen que porque un viernes 13 (en 1307) se produjo la matanza de la Orden de los Templarios.
Muchos siglos después, por orden de Felipe IV, el 13 de octubre de 1307, un viernes, fueron juzgados y ejecutados varias decenas de caballeros templarios acusados de graves crímenes contra la cristiandad. La Inquisición ordenó matarlos de inmediato. Los cargos eran variados: herejía, lujuria, incursión en la sodomía.
La matanza llevó a la desaparición de la Orden Templaria. Algunos lograron fugarse aunque la mayoría fue capturada en poco tiempo.
Mientras ardía en la hoguera, Jacques de Molay, el Gran Maestre, el primero en la jerarquía, maldijo al papa Clemente y al Rey Felipe IV.
Les gritó, entre las llamas, que en menos de un año ambos iban a tener que comparecer como él ante un tribunal pero de otro tipo, uno que conoce apelaciones, el tribunal divino.
Ambos mandatarios, el rey y el papa, murieron en los siguientes meses. Lo que sucedió en su juicio final se desconoce.
Durante los siglos XVII y XVIII los viernes eran días malos en serio. Eran los días de ejecución. En esas jornadas se ahorcaba a los convictos que se había encontrado culpables.
El acto convocaba al pueblo alrededor del patíbulo. La ceremonia, el espectáculo macabro teñía el día y el humor de los poblados.
Además de Truman Capote hay muchos otros personajes célebres que le temieron a la fecha. Winston Churchill fue uno de ellos. Esos días sus actos de gobierno eran tenues, casi invisibles y su inmovilidad casi total.
Churchill ha abandonado varias comidas al darse cuenta que los comensales eran 13. El terror que el compositor Gioachino Rossini demostraba a los viernes 13 no pareció infundado. Luego de años de evitar riesgos en esos días, murió un 13 de noviembre de 1868. Un viernes, claro.
El temor a este día existe. La prueba es que esa fobia hasta tiene un nombre. Y sabemos que para muchos lo que tiene una palabra que lo nombre, existe. Por más estrafalaria que sea.
Es cierto que la denominación es complicada y si no fuera por Google o algún texto científico nadie la recordaría. El temor al Viernes 13 se denomina parascevedecatriafobia (paresceve es la preparación pascual) o friggaatriscaidecafobia (Frrigga proviene de la diosa escandinava de mismo nombre, origen de Friday -viernes en inglés); triscaidecafobia es el miedo al número trece.
De esta última conocemos numerosas manifestaciones. Técnicos de fútbol que saltean esa camiseta en sus planteles, hoteles que pasan del piso 12 al 14, hospitales que niegan habitaciones con el 1 y 3 continuados, o líneas aéreas que ignoran esa fila.
Un estudio holandés realizado hace poco más de una década mostró una particularidad. Los viernes 13 el índice de accidentes automovilísticos y domésticos bajaban sensiblemente.
Eso indicaría que la maldición no existiría. Pero cuando se pusieron a indagar descubrieron que era una cuestión estadística.
Los viernes 13 en su país había menos circulación y menos actividad. La fobia, el temor, había actuado preventivamente.
Una consultora norteamericana, a fines del siglo pasado, afirmó que la actividad comercial del país disminuía notoriamente los viernes 13. Pero varias aerolíneas negaron el dato. Esos viernes vendían la misma cantidad de pasaje que los que caen en otro número.
Temer al calendario, a pasar por debajo de una escalera, a romper un espejo, a ingresar a un campo de juego con el pie izquierdo. Las supersticiones son variadas y con manifestaciones muy diferentes.
Aún los más razonables creen, incurren en ellas. Creer en algo, temerle a algo, aunque no siga una lógica causalística a veces es una manera de buscar seguridad, de sentirse acompañados, arropados hasta por lo irracional. Esa necesidad de buscar refugio en aquello que no comprendemos.
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